Oí hoy a un docente español decir: “Que importa, está flaca y eso es lo que vale” refiriéndose a una chica para hacer una editorial de moda y en ese momento me atropellaron una cantidad de sensaciones extrañas y hasta hace un par de días ajenas.
Compré un montón de revistas de moda y otro poco de esas que dicen hablar de moda pero que en realidad nos enganchan con una alta sobredosis de tips para adelgazar en 14 días, entonces entendí el complemento; Unas nos intoxican con un millón de imágenes de mujeres extremadamente flacas que parecieran morir de hambre pero ser felices porque pueden ponerse todo y las otras nos inducen a una innecesaria hambruna al parecer obligatoria para poder vivir en este mundo. Pero no entiendo quien impuso este extraño formato de vida, donde lo estético llega a ser enfermizo e ir en contra de las leyes naturales… La tendencia está por todas partes, en el supermercado imágenes de metros que rodean cinturas están estampilladas en las galletas, cereales, cremas, lácteos y hasta el té.
Creo rotundamente en que debemos ejercitarnos, buscar sentirnos cómodas, comer saludablemente, pero llegar al punto de adelgazar tanto que la cabeza parece prestada y el costillar nuestro busto, NO ES JUSTO, ni con nosotras ni con los esquemas que estamos planteando para vivir en este mundo, no es justo ni con el cuerpo, ni con el alma y muchos menos con quienes nos rodean, que se aguantan diariamente el “sirirí” de nuestras inseguridades.
Es momento de cambiar el estereotipo, creo que la palidez de la desnutrición no es bella, que la languidez producto del hambre no es digna de ser llevada como fórmula de elegancia. Creo qué el paradigma cambia cuando varias de nosotras cambiamos nuestro pensar y empezamos a vestirnos para favorecernos, a ejercitarnos por salud y a comer por gusto. Ser flaca es una cuestión de contextura, ser bella es una cuestión de vida.